La roca me retiene desgarrando mis escamas. Dientes afilados de piedra atraviesan mis alas, alas que una vez avivaron el fuego durante una eternidad. Me sepultaron con rocas de color gris claro frente de mis ojos. Su magia natural absorbiendo mi calor, arrancándolo de mí, llevándolo hacia arriba, haciéndolo emanar por la montaña. Montaña cuyo peso he soportado a través de milenios.
Estos Telarans. Me han obligado a dormir y mantenerme inmóvil. Como los odio…
En eones ya olvidados ardí de estrella en estrella, guiando a mis hermanos y hermanas, con el gritando en el vacío, abrasando cuanto se encontraba a mi paso. Desgarré los mismos núcleos de mundos vivos los absorbí como si fueran corazones palpitantes.
Y mientras su líquido fundido corría por mi mandíbula, dioses guerreros vinieron a mí para presentar batalla por las cenizas de sus destruidas creaciones. Luchamos, nos enfrentamos en los cielos y en el espacio que persiste entre los planos. Acabé con ellos, y mi grito triunfante esparció sus restos a través de los cielos.
Algunos lucharon tan ferozmente que les invite a que se levantaran y lucharan otra vez, pero Regulos, el mayor de mis hermanos, y señor de la muerte, los reclamó para él mismo, para siempre…
Finalmente llegamos a este mundo. Había oído hablar del poderoso dios de la guerra de Telara, y anhelaba ser el artífice de su muerte en gloriosa batalla, llenando el cielo de llamas. Pero entonces Thedeor siguió el consejo de dioses cobardes, los escondió de mí y nos obligó a mí y a mis hermanos a luchar con estúpidos mortales.
¡Que frustración! Una sola de mis llamaradas y los ejércitos se marchitaban arrugados como hormigas. Ni tan siquiera podrían haberme desafiado otra vez antes de que Regulos los reclamara.
Entonces Crucia nos susurro, —¿Por qué no nos volvemos contra Regulos?
—Ahh, ¡Eso sí que sería una autentica batalla!
Pero cuando caímos sobre él, Crucia, de forma astuta, se quedo atrás, como si quisiera engañarnos como un general traicionero. Le lancé llamas que recorrieron su cuerpo, y entonces me volví con el resto de nosotros, y juntos nos enfrentamos a Regulos en gloriosa batalla a través de los planos.
¡Masacre, agonía, el color rojo de la ruina! ¡Glorioso! Me perdí durante la batalla, durante la destrucción de los reinos.
Y entonces, de alguna forma, rodeado por un puñado de miserables mortales, caí. Absorbieron mi calor y me enterraron en la tierra. Tan inmóvil que incluso la ira parecía inútil. Avergonzado y resignado entré en letargo durante siglos.
Ahora su cielo se rompe. Mis hijos arrasan y matan desde los Rifts. Al sentir sus pasos encima de mi montaña, mi ira regresa. Con la ira viene el calor. La piedra se vuelve blanda a mí alrededor. El calor funde la tierra.
Estoy volviendo, Telarans. Para luchar contra vosotros, vuestros dioses, y todos mis hermanos y hermanas. Y cuando vuelva como Blood Storm, arderéis, renaceréis, y arderéis de nuevo. Como me divertiré…
Glorioso.